El mito del héroe: ‘Bohemian Rhapsody’

Pedro Cascos

El 24 de noviembre de 1991, Freddie Mercury fallecía víctima del sida. Casi tres décadas después, Bryan Singer y Dexter Fletcher —este sin acreditar por normativa del Sindicato de Directores estadounidense— han revisitado los 15 años seguramente más intensos del músico nacido en Zanzíbar: desde que conoció a los otros componentes de Queen hasta que actuaron en el mítico concierto Live Aid en 1985.

Del paki que cargaba maletas en el aeropuerto de Heathrow al cantante que deslumbró en Wembley, los guionistas Anthony McCarten y Peter Morgan nos cuentan el ascenso de una de las figuras más icónicas del pop del siglo XX: el líder de uno de los cuartetos que, junto a los Beatles y los Rolling, más huella han dejado en la música de las últimas décadas.

La historia se desenvuelve con la precisión y el buen ritmo del artista que conoce su oficio. Así, desde el Bohemian Rhapsody con que consiguieron su primer número uno en el Reino Unido, y que da título a la cinta, hasta The show must go on, que la cierra, asistimos a la construcción del mito de Mercury y de Queen a través de sus temas más famosos, según algunos, inmortales: Somebody to love, Killer Queen, Love of my life, We will rock you, Another one bites the dust, I want to break free, Under pressure, Radio Ga Ga We are the champions.

Es curioso que en la banda sonora de la película, editada en CD y digital en octubre pasado, no estén Friends will be friends o You’re my best friend, temas que quizá den la clave de lo que en ella se representa: un canto a la amistad. La amistad de los chicos que un día creyeron que podían armar su propio grupo con el impulso de una de las personalidades más desinhibidas —probablemente más histriónicas— de la historia de la música, y a la vez con el enorme talento y la fuerza de Mercury.  

En torno a la amistad se trenzan hilos no menos consistentes: el amor correspondido, o no, las rupturas y reconciliaciones, la fidelidad y la traición, o la integración del diferente —a nivel personal (Mercury) o colectivo (su familia)—. Todas ellas cuestiones de calado, algunas mejor contadas, otras sobre las que se pasa de puntillas, pero todas incluidas.

Bohemian Rhapsody también pasa la prueba de ofrecer un reparto creíble, teniendo en cuenta que la mayoría de personajes aún están vivos y muchos en la memoria del gran público. Mención especial merecen los contenidos Gwilym Lee, como Brian May, y Lucy Boynton, como Mary Austin, secundando a un desbordado —como no podía ser de otro modo, pese a los momentos de introspección— Rami Malek, como Freddie Mercury. Encarnar al divo no era fácil, y el actor de origen egipcio supera el reto con un físico más endeble, pero con un notable despliegue de energía y un gran trabajo de mimetización, sobre todo en los gestos.

En ese sentido, la larga secuencia final alrededor del Live Aid se construye como un memorable homenaje al cantante, a Queen y a su legado, con los elementos más personales presentes: la reconciliación familiar; los amigos y la pareja como espectadores de excepción… Y por supuesto el propio Mercury —redimido ya su pasado, al menos según la película—, Brian May, Roger Taylor y John Deacon dándolo todo para que los fans vibren y el show continúe.

En 1980, cuando la fiebre por los superhéroes y la calidad de los efectos especiales estaban lejos de las cotas actuales, Queen grabó la banda sonora de la película Flash Gordon. Uno de sus temas principales era The Hero. Casi 40 años después, el grupo británico tiene su propia película y en ella se nos cuenta el mito de otro héroe: Freddie Mercury, un hombre nacido Farrokh Bulsara, e indiscutiblemente hecho a sí mismo.

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